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En dos décadas, Villavicencio saltó de pueblo grande a ciudad intermedia

Desde que llegué a la capital del Meta, hace más de 20 años, he sido testigo de la rápida transformación urbanística que ha tenido la ciudad, habitada por personas de casi todas partes del país.

Villavicencio se proyecta como una de las principales ciudades intermedias. Foto: Alcaldía local

21 de junio de 2023

En el 2002, año marcado en Colombia por la terrible masacre de Bojayá (Chocó), salí de la terminal de Cali con destino a Bogotá. Era un tímido adolescente y venía solo, cargando una maleta, un cuadro y una caja grande con encargos.

A la fría capital del país, o la nevera, como le dicen muchos, llegué de noche y de inmediato compré tiquete para viajar a los Llanos Orientales, tierra a la que habían llegado meses atrás mis padres y hermanos, en busca de un mejor futuro.

El bus en el que me subí era de color naranja y se veía algo deteriorado. Quienes han estado en esta parte del país saben que los vehículos de este color son, en su mayoría, de Flota La Macarena, empresa que prácticamente ha hecho patria transportando pasajeros en los municipios del Meta, Guaviare y seis departamentos más.

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A esta compañía, en el pasado los grupos armados ilegales le quemaron muchos carros. Pero nunca se detuvo en la prestación de este servicio esencial para las comunidades.

El viaje por la vía al Llano, que tiene 86 kilómetros de longitud, transcurrió con normalidad, por casi una hora, hasta que nos detuvimos en un punto de la carretera.

El bus se varó en medio de la nada. Algunos de los presentes comentaban que estábamos cerca a Guayabetal. En este municipio, que en ese entonces era una inspección de Cundinamarca, el 28 de junio de 1974 la montaña de Quebrada Blanca se derrumbó y sepultó unas 300 personas que iban en decenas de automóviles.

En la vía al Llano se han hecho grandes megaobras de ingeniería. Foto: Gobernación del Meta

Los pasajeros estuvimos en el sitio varias horas hasta que otro vehículo de Flota La Macarena pasó a recogernos. En casa, mis familiares entraron en preocupación porque, según los cálculos, yo estaría temprano en la mañana en la capital del Meta. Eso no sucedió y no hubo forma de contactarme con ellos.

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A comienzos de este siglo, eran pocas las personas que tenían celulares. Estos dispositivos apenas estaban masificándose en el territorio nacional y eran un poco costosos.

Finalmente, después de los inconvenientes en el camino, pisé por fin las calles de Villavicencio. Comenzaba el año 2002 y el panorama no era muy alentador.

Esta ciudad, que parecía un pueblo grande por su incipiente desarrollo y poca infraestructura, estaba invadida por el miedo y la desesperanza. O por lo menos ese era el mensaje que les enviaban los medios de comunicación, en esa época, a los colombianos. Esa imagen también la tenía yo en mi cabeza.

Dejando el miedo: Hacia la senda del progreso

Las tomas por parte de la guerrillera de las Farc en la carretera que conduce a Bogotá, bautizadas como ‘pescas milagrosas’, aterrorizaban a los viajeros. Quienes se atrevían a movilizarse por este importante corredor se echaban la bendición antes de emprender el recorrido.

Siempre existía el temor de caer en improvisados retenes ilegales que instalaban guerrilleros fuertemente armados con fusiles para secuestrar personas. Cualquiera podía ser víctima, sin importar el estrato o nivel socioeconómico.

Los habitantes no se explicaban por qué sucedía esto si a escasos 20 minutos del centro de la capital del Meta se encuentran la Cuarta División del Ejército y el Comando Aéreo de Combate Dos, de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), uno de los más importantes y estratégicos de la geografía nacional. Desde este lugar se han coordinado importantes operaciones militares que van desde rescates y bombardeos hasta liberaciones de secuestrados.

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Además, la capital de la República está tan cerca de aquí que Villavicencio podría ser un barrio suyo.  Solo dos horas, en promedio, hay entre Bogotá y la capital metense.

Evelio Reyes, de 53 años y lustrador de zapatos toda su vida, considera que la situación acá sí dio un giro positivo en los últimos años. “En ese tiempo había mucha violencia, pero esto cambió demasiado. Ahora llegan hasta turistas extranjeros porque la ciudad se ha ido internacionalizando, gracias al deporte, la música y la cultura”, reitera, sentado en el sitio donde recibe a los clientes, en la plaza principal de la capital metense.

En esa momento, no era raro ver helicópteros del Ejército rociando y peinando con balas las montañas que rodean y son atravesadas en parte por el trazado de la vía al Llano. La misión de la Fuerza Pública era neutralizar y hacer retroceder a los subversivos escondidos en la espesa vegetación.

Plaza Los Libertadores, ubicada en el Centro de Villavicencio. Foto: Alcaldía local

En los lugares públicos de la capital del Meta, las caras de muchos habitantes parecían recién salidas de una película de miedo. Casi todo el mundo se miraba con desconfianza y difícilmente se entablada una conversación entre desconocidos. “Ese puede ser subversivo”, “que tal que sea ‘para’ ”, “aquí uno no sabe quién está sentado al lado”, “es mejor evitar, porque uno no sabe”. Eran algunos de los pensamientos que rondaban en la cabeza de los llaneros y foráneos.

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También, obvio, había inconformidad en temas políticos, pero pocos opinaban en voz alta por miedo a ser declarados objetivo militar, por parte de alguna fuerza ‘oscura’ armada.

En medio de este ambiente hostil, de incertidumbre, transcurría la cotidianidad de los residentes en la considerada ‘Puerta del Llano’.

A pocos meses de haber arribado a Villavicencio, el 7 de abril del 2002, el terrorismo sacudió esta población. Un carro bomba, cargado con explosivos, fue activado en la zona rosa (así le llaman en Colombia al sector donde se concentran bares y discotecas), en el barrio La Grama.

En el atentado, uno de los más graves registrados en este departamento, murieron quemadas y desmembradas doce personas, entre ellas un niño vendedor de dulces que pasaba por el sitio, de acuerdo con un medio local impreso.

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Por fortuna, un par de años después, la tranquilidad fue llegando de a poco. La gente vio cómo la Fuerza Pública retomó el control y dominio en esta ciudad que en el 2005 tenía 380 mil habitantes, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). En el 2018, según la misma entidad, el número de residentes subió a los 531 mil. En la Villavicencio de hoy se respira paz y progreso.

La inversión apareció como nunca antes

En los primeros años del siglo XXI, esta ciudad dio un salto sin precedentes hacia la modernidad. El desarrollo urbanístico se aceleró desde entonces. Solo basta con coger el calendario y revisar las grandes obras que se pusieron en servicio a partir del 2001.

Sobre la avenida 40 se ubican cuatro centros comerciales. Foto: Óscar Bernal.

El parque Los Fundadores, sitio casi obligado para visitar en esta capital, por su ubicación y extensión, inaugurado ese año; y la vía Bogotá – Villavicencio, entregada en el 2002, con una inversión de más de 400 millones de dólares, son dos ejemplos.

En cuanto a esta carretera, se puede decir que significó un giro de 180 grados para los llaneros. Históricamente tuvieron que transitar por un pésimo trazado que, incluso, como se mencionaba antes, acabó con los sueños de muchas familias.

Decenas de personas, a bordo de buses y pequeños vehículos, fueron sepultadas en los constantes derrumbes que se presentaban en el recorrido.

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En las últimas dos décadas, además, en la ciudad se construyeron dos emblemáticos escenarios para el disfrute de los habitantes. Uno de ellos es el Bioparque Los Ocarros, ubicado en el kilómetro tres de la vía Restrepo, el cual alberga más de 1.400 animales de la Orinoquia.

El otro lugar es el Parque Las Malocas, localizado sobre el Camino Ganadero, en donde existe una réplica de un pueblito y un hato llanero.

A nivel urbanístico, el cambio más significativo se evidenció en la zona céntrica de Villavicencio. Varias calles fueron remodeladas dentro del proyecto ‘Cielos Abiertos’ para convertirlas en peatonales. Los vendedores y los compradores se beneficiaron con la obra, pues las cuadras cuentan con algunos árboles y bancas para el descanso. Allí es donde se concentra gran parte del comercio formal.

Así mismo, el parque principal, testigo silencioso del crecimiento de la capital y de las charlas de los vaqueros que descansaban aquí en medio de los viajes, en la actualidad presenta una nueva cara y fue rebautizado hace más de una década como plaza Los Libertadores (antes se llamó Santander). Los bustos del general Francisco de Paula Santander y del libertador Simón Bolívar dieron origen a su nombre.

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Si bien algunas personas cuestionaron en su momento la transformación que se hizo en este lugar, hay que reconocer que la obra le dio un toque de metrópoli al principal centro poblado de los Llanos Orientales y por el que sale hacia Bogotá más del 60 por ciento de la carne que se consume en ese ciudad, según información del Comité de Ganaderos del Meta.

Pasado el año 2010, la inversión privada también se volcó a esta región. Miles de millones de pesos se invirtieron desde entonces en la construcción y adecuación de imponentes edificaciones para centros comerciales.

Hoy los villavicenses y visitantes pueden realizar compras en grandes superficies como Unicentro, Villacentro, Llanocentro y Viva Villavicencio, así como en Primavera Urbana, Único y Makro, entre otros. Cuatro de estos lugares se ubican sobre la avenida 40, una de las principales rutas de la ciudad.

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“Cuando hicieron los grandes centros comerciales, comenzaron a llegar más turistas y de seguido. Ya la gente viajaba con más seguridad. Villavicencio era muy deteriorada. Todo el mundo que viene aquí, le gusta el ambiente, el clima, la comodidad y la naturaleza de la periferia”, comenta Reinata Marín Peña, una amable señora de la tercera edad, nacida en el cercano municipio de Cumaral, Meta.

Históricamente, la economía metense fue impulsada por la ganadería extensiva y la agricultura hasta que el petróleo entró a ser protagonista. Los dineros generados por la extracción del combustible empujaron la dinámica urbanizadora de la región.

Solo en el 2012, el departamento recibió por concepto de regalías del petróleo 1.212.600 millones de pesos, según cifras del Departamento Nacional de Planeación (DNP).

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Esta bonanza petrolera se vino a pique en el año 2014 cuando el precio internacional del combustible comenzó a caer de manera constante y el barril del producto llegó a estar por debajo de los 50 dólares.

Esto sacudió la economía regional y disminuyó estrepitosamente los ingresos del comercio y de los colaboradores que formaban parte de la industria.

Turismo y construcción, hoy son claves

En el presente, muchas personas han retornado a trabajos relacionados con la ganadería y la agricultura, con sueldos más bajos. Otros dos sectores que actualmente aparecen jalonando la economía del Meta son el turismo y la construcción.

La ciudad se viene posicionando como destino turístico. Foto: Alcaldía local.

El crecimiento del renglón turístico se evidencia con la llegada a la ciudad de grandes empresas como la cadena internacional Hoteles Estelar. Otra firma que sobresale para hospedarse es la cadena GHL Hotel Grand.

En cuanto a la construcción, en toda la capital se han levantado cientos de torres de apartamentos y miles de casas unifamiliares y bifamiliares. Una de las empresas con fuerte presencia en el sector es la colombiana Amarilo.

La edificación de vivienda está empujando el movimiento de dinero en la ciudad. Llama la atención la cantidad de urbanizaciones que se han construido. Otras avanzan a pasos acelerados para ser entregadas a sus dueños, algunos procedentes de urbes como Bogotá y municipios de Cundinamarca.

Personas como Pedro Antonio Zamudio, un lustrador de zapatos de 57 años, califican a esta capital como un ´buen vividero’. “Villavicencio es una ciudad con buen futuro. No me iría de aquí. Lo que más me gusta es la comodidad”, concluye.

En una entrevista concedida a la revista Semana, el gobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga, también se pronunció en este mismo sentido. “Vivir o visitar Villavicencio es un encanto. Aquí se puede disfrutar el placer de vivir en provincia con las ventajas que ofrece una gran ciudad”, dijo el mandatario.

Por ahora, la capital metense es una de las diez ciudades más pobladas del país y líderes políticos y empresariales comentan que está en su cuarto de hora.

Esta capital podría ganar más protagonismo nacional en los próximos años si consigue que el equipo Llaneros FC, que compite en la categoría B, ascienda a la primera división del fútbol profesional colombiano. Ya sabemos lo que mueve este deporte en el país y el mundo. 

Si usted, amigo lector, no conoce la ‘Puerta del Llano’ y quiere comprobar lo que le he narrado aquí, lo invito a que programe unas vacaciones a la capital del joropo.

 


Luis Fernando Charrupí

Director de Gentepalante.com

@LuigoCharrupi

 

 

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